miércoles, 13 de febrero de 2008

17 años de la Huelga Ferroviaria de 1991
El Conflicto Obrero que Precipitó la Crisis del viejo MAS


Juan C. Beica, Presidente de la Seccional local del Ferrocarril Roca durante la huelga y dirigente de Convergencia Socialista

El 1 de febrero de 1991 una asamblea auto convocada de delegados ferroviarios (maquinistas y señaleros) resolvió la histórica huelga de 46 días, que paralizó a la mayoría de los servicios ferroviarios del país.


Los representantes de las asambleas de base de los maquinistas, las seccionales más importantes de los señaleros y algunos sectores de la Unión Ferroviaria, se organizaron en el Plenario de Seccionales Ferroviarias.

El conflicto, que tuvo una gran repercusión e influencia dentro de la clase obrera argentina, terminó arrancándole a Menem la reincorporación de miles de cesanteados y un aumento salarial del 100%.

Sin embargo fue una victoria “pírrica”, ya que se impuso con un costo político muy grande.

Por un lado, porque la extensión excesiva de la huelga, terminó desgastando a la base y al activismo, facilitándole la tarea a Menem, que un año después pudo derrotar a los ferroviarios.

Por otra parte, porque el conflicto profundizó la crisis del viejo MAS (que se dividió en 1992, luego de la segunda huelga ferroviaria) liquidando el proyecto más avanzado de construcción de una dirección política revolucionaria que haya existido en nuestro país.

El Plenario de Seccionales y la Política del MAS

Para participar en el Plenario, los delegados tenían que ser votados por la base en las asambleas y llevar sus mandatos refrendados en actas.


Las asambleas votaban las comisiones que organizaban a los activistas para realizar las tareas de sostenimiento del conflicto, como la del fondo de huelga, la olla popular, los piquetes de “convencimiento”, etc.

Esta metodología (irreconciliable con el viejo “verticalismo” de los “cuerpos orgánicos” peronistas) le otorgó al Plenario un enorme prestigio, razón por la cual estuvo muy cerca de convertirse en el organizador de una nueva y poderosa dirección combativa y democrática de grandes sectores de la clase obrera.

Sin embargo ese objetivo no llegó a concretarse por culpa de la línea equivocada que llevaron adelante la mayoría de sus dirigentes (fundamentalmente los del MAS) quienes en el punto culminante de la huelga, (a los 15 días y cuando el gobierno había otorgado el 100% de aumento y ofrecía la reincorporación encubierta de los cesantes) se negaron a negociar, sosteniendo una política ultra izquierdista de “todo o nada”, levantando la consigna de “huelga general para derrotar a Menem”.

Los 31 días “adicionales” que duró la huelga, sólo sirvieron para desgastar y desmoralizar a la base ferroviaria, aislando a los activistas del resto de la clase trabajadora, que aún simpatizaba con el gobierno menemista.

Esa situación abrió el camino a la derrota, que sucedió un año después, cuando Menem aplastó una nueva huelga de los maquinistas de 36 días, luego de empujarlos a la lucha mediante una provocación, que la dirección del MAS no fue capaz de entender ni de advertir.

La dirección del MAS y las organizaciones que acompañaron su orientación ultra (tanto en la huelga del 91 como en la del 92) no tuvieron en cuenta la situación objetiva del país y del mundo, un marco general en el cual los capitalistas venían propinándole duras derrotas a la clase obrera e imponiendo gobiernos ultra reaccionarios como los de Bush, Thacther, Fuyimori y el propio Menem.

No caracterizaron que la huelga del 91, independientemente de su combatividad y resultado parcial, no constituía el punto más alto de una “gran ofensiva obrera”, sino que era una de las últimas grandes luchas defensivas que venía sosteniendo el proletariado argentino de esos años.

Si hubieran analizado los acontecimientos de esa manera, problablemente habrían planteado otra política. En vez de impulsar la lucha “a tontas y a locas” y por “todo”, se habrían jugado a preservar a ese heroico destacamento de vanguardia, para fortalecerlo y ubicarlo como la referencia de la resistencia a las privatizaciones y al plan de ajuste de Menem y Cavallo.

Pero la dirección del MAS, que venía de fracaso en fracaso levantando políticas electoralistas y de seguidismo a la burocracia sindical, pretendió modificar esta línea yéndose al otro extremo, convirtiéndose de esa manera en responsables directos de una de las derrotas obreras más importantes de las últimas décadas y en los sepultureros del partido fundado por Nahuel Moreno.

Aunque hoy no exista un fuerte polo de atracción como el Plenario de Seccionales hay una situación objetiva muy favorable para el desarrollo de la democracia sindical, ya que las bases reclaman protagonismo, aún en los conflictos que dirige la burocracia.


El Gobierno de Cristina carece del apoyo social que tenía Menem, la situación mundial no es tan favorable para la consolidación de gobiernos reaccionarios y la burocracia está cruzada por una lucha interna feroz que la debilita y ayuda a provocar conflictos obreros en los principales centros industriales y de servicios.

La rebaja brutal del poder adquisitivo de la mayoría de los trabajadores, la sistemática liquidación de conquistas y el escaso margen con que cuentan los burócratas para entregar las luchas y firmar un “Pacto Social”, junto al ascenso obrero en curso, constituyen el «caldo de cultivo» ideal para el desarrollo de una nueva dirección obrera, democrática y combativa, que retome las banderas del Plenario de Seccionales Ferroviarias.

Volver a Noticias Socialistas

No hay comentarios: