La CGT se
está por partir debido a una interna feroz. Por un lado Moyano y su gente -que
se han pasado con armas y bagaje a la oposición- y por el otro los “gordos” de Gerardo
Martínez, Lezcano, Caló, West Ocampo y Barrionuevo, que cuentan con el apoyo del
gobierno.
Si analizáramos
esto en abstracto, podríamos asegurar que se trata de una simple pelea entre
dos sectores burocráticos, dispuestos a todo con tal de mantener los negocios
que realizan entregando las luchas o recibiendo prebendas del estado.
Sin
embargo, más allá de que todo esto es cierto, no constituye la esencia del conflicto,
que va más allá de las disputas habituales entre camarillas. El problema es que
desde el gobierno han decidido cambiar a Moyano para imponer una dirección
sindical dispuesta a acompañar la profundización del plan de ajuste y saqueo.
Y en ese
sentido Cristina está preparada para todo, tanto que no tiene ningún empacho en
mostrarse junto al ex agente de la dictadura Gerardo Martínez, el “modelo” de
sindicalista que desearía ver al frente de los destinos del movimiento obrero.
Este
personaje no solo marcaba compañeros durante la época del Proceso, sino que
conduce el gremio que cuenta con los peores sueldos, por lo tanto el “techo” al
que aspiran tanto desde el gobierno como desde el empresariado para zafar de la
crisis y mantener la “competitividad”.
Por todo
esto Cristina no va sólo contra Moyano, sino que arremete contra los sueldos de
los empleados que este sindicalista -y sus aliados- representan. Por ejemplo, los
camioneros o los técnicos aeronáuticos, muchos de los cuales cobran cifras superiores
a los $10.000.-
La
izquierda no puede abstenerse frente a esta pelea por el control de la CGT,
haciendo propaganda de cómo funcionaría la central obrera si estuviera en manos
de luchadores honestos y combativos como el Poke Hermosilla o el Pollo Sobrero.
Debe
involucrarse más activamente. No para defender a Moyano, sino para impedir que
el gobierno imponga a sus empleados más serviles, como Martínez, Caló o Lezcano.
¡Es que la CGT no le pertenece a ningún burócrata, sino a los trabajadores!
Los
dirigentes obreros más representativos de la izquierda -que son muchos-
tendrían que proponerle públicamente a Moyano algunas medidas concretas para
frenar el avance del gobierno contra la CGT:
En primer
lugar, reclamándole que convoque a elecciones usando el método que él mismo
propuso tiempo atrás, convocando a elección del Consejo Directivo mediante el
voto directo de los trabajadores, junto con la implementación de la representación
proporcional para garantizar la presencia de las minorías en la conducción.
En segundo
término, exigiéndole que independientemente de la elección, convoque a asambleas
en todos los gremios para votar un Paro Nacional y un plan de lucha por un
aumento salarial significativo y en contra de los despidos.
¡De hacerlo
contaría con el apoyo del conjunto de los trabajadores, incluso los
representados por el CTA y los “gordos”, ya que la mayoría está sufriendo horrores
por la caída de los sueldos debido al impuesto inflacionario que aplica el gobierno!
La
izquierda tendría que llevar estas propuestas a todas las empresas y
establecimientos, impulsando asambleas y plenarios de delegados que se
posicionen a favor de las mismas.
De esta
manera, además de incidir en la crisis de la CGT, aparecería como una opción
frente a los trabajadores de los sindicatos más importantes del país, que son
los lugares en donde la burocracia aún mantiene cierto poderío.
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