miércoles, 15 de agosto de 2012

Huelga del subte... un balance más que necesario


El desbarranque de la conducción kirchnerista del nuevo sindicato

La falta de respuestas al pedido de recomposición salarial empujó a los trabajadores del subte a realizar un paro histórico, pasando diez días adentro de los túneles reclamando por lo que les corresponde.

Sin embargo el conflicto fue desvirtuado por la conducción del nuevo sindicato, encabezado por Beto Pianelli y Néstor Segovia, quienes en vez de llevar a fondo la pelea, terminaron poniéndose a disposición de Cristina, que utilizó la huelga para criticar a Macri por no hacerse cargo del servicio.

La presidenta no actuó así por una mera especulación electoral, sino porque la crisis le vació las cajas que sostenían el modelo y ahora necesita que otros se hagan cargo de los “muertos” que dejó en el camino, como en este caso el pago de los subsidios para el subte.

Pianelli y Segovia jugaron el mismo papel que Baradel -el dirigente de los docentes bonaerenses- cuando este se puso al frente de las huelgas contra Scioli contra el desdoblamiento del aguinaldo. Los metrodelegados oficialistas y el capo del Suteba oficiaron de auxiliares del kirchnerismo, que pretende descargar el costo político del ajuste en los hombros de Macri y de Scioli, para ocultar su responsabilidad.

Tal es así que cuando Cristina consideró que el paro ya había cumplido con esta finalidad, obligó a los metrodelegados a levantar la medida, haciéndoles firmar una acta vergonzoza, que no dice nada del principal reclamo que motivó los diez días de lucha: el pedido de aumento salarial.

El acto tampoco se refiere a las inversiones que se necesitan para garantizar la seguridad de los pasajeros y empleados, ya que el servicio es pésimo, caro y deficitario. Sobran motivos para terminar con esta concesión –en manos del grupo Roggio– que ganó fortunas durante 20 años, cobrando los millonarios subsidios que le entregó el estado.

Si Cristina quisiera resolver el problema, debería haber rescindido el contrato, reestatizado la empresa y embargado los bienes de los Roggio. Pero su intención no fue perseguir a empresarios y funcionarios corruptos, ya que de hacerlo se habría salpicado ella misma debido a los fuertes lazos que la unen con estos sectores patronales.

Desde 2005 al 2011 el kirchnerismo les garantizó –solamente en concepto de subsidios para el transporte– la friolera de 62.300 millones de pesos. Son estas relaciones las que hicieron que Cristina y Roggio se plantaran en una misma vereda, desde la cual le reclamaron a Macri que se haga cargo de seguir pagando estos gravámenes.  

Los dirigentes del nuevo sindicato del subte, en vez de plantear una política independiente de la patronal y de los gobiernos, poniéndose a la cabeza de la pelea reivindicativa, se ubicaron a los pies de Cristina y de Roggio. 

De esa manera, en vez de llamar a los usuarios y sectores combativos a conformar un frente único por el aumento salarial y la reestatización bajo control de los trabajadores, Pianelli y Segovia terminaron transformándose en voceros del oficialismo.  

Después de diez días de paro y con todas las posibilidades de redoblar la apuesta y ganar, levantaron para firmar un acta que no resuelve ninguno de los problemas planteados durante los días de huelga. Beto Pianelli y Néstor Segovia dieron un paso de calidad en el sentido opuesto a la tradición antiburocrática y antipatronal de los trabajadores y trabajadoras de Metrovías.

Lamentablemente los delegados y activistas de los sectores de izquierda –como el PTS y el PO– no contrapusieron, pública y notoriamente, una política diferente, más que en la propaganda. Obviamente que este tipo de peleas no resulta fácil, ya que los dirigentes del sindicato cuentan con un gran apoyo y un enorme prestigio ganado en las luchas anteriores.

No obstante, quien no se plante –dura y públicamente en contra de los métodos y la política de Pianelli y Segovia– será responsable de facilitarles el camino hacia la total kirchnerización del gremio.  

Las condiciones para plantear esta disputa son excepcionales, ya que las bases cuentan con una gran combatividad, como quedó demostrado en la última huelga. La situación es explosiva y hay motivos para que vuelvan a estallar nuevos conflictos en las narices de Macri, Cristina, Roggio y de los propios metrodelegados, ya sean por aumento o por alguna medida de ajuste de la patronal.

Tampoco descartemos que, producto de la desinversión de décadas, se produzca una nueva tragedia que vuele por los aires este juego de chicanas estudiantiles que pone en riesgo a diario la vida de millones de usuarios y trabajadores.

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